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Un Día Especial: representación escénica magistral


Edith González y Luis Felipe Tovar, Un Día Especial

Por: Lorena Meeser

Asociación Mexicana de Críticos de Teatro (AMCT)

Asociación Internacional de Críticos de Teatro (IATC)

Un Día Especial está basada en la película “Una Giornata Particolare” de Ettore Scola de 1977, protagonizada por Sophia Loren y Marcelo Mastroianni, adaptada a teatro en 1983 por el propio Scola y desde entonces se ha presentado en diferentes escenarios alrededor del mundo. Actualmente se está presentado en la Ciudad de México y en gira por la República con mucho éxito con las actuaciones de Edith González y Luis Felipe Tovar.

La acción sucede el 6 de mayo de 1938, un día de fiesta para la Italia fascista, que se vuelca en el recibimiento de Adolfo Hitler en su primera visita Roma para encontrarse con Benito Mussolini. Casi toda la población asiste al desfile y en un edificio solamente quedan la portera, Antonietta: una ama de casa, y su vecino Gabriele, que teme a la policía por algún motivo desconocido. Al margen de la celebración política, Antonietta y Gabriele establecen una relación afectiva muy especial que les permite evadirse durante unas horas de la tristeza y la monotonía de la vida cotidiana.

Un Día Especial consigue reflejar acertadamente y con sencillez el espíritu de aquella época, esos tiempos difíciles en los que el fascismo controlaba con mano firme la sociedad y perseguía aquel que no estuviera de acuerdo con Mussolini y los suyos, relegando a la mujer a ser solamente un objeto al servicio del marido e hijos. En ese contexto no había lugar para Gabriele.

Antonietta, madre de seis hijos, esposa abnegada de un fascista convencido de que la mujer, solo se encarga de las labores domésticas y está obligada a someterse a órdenes y desprecios, reflejo del fascismo asumido por los italianos en su vida cotidiana, así como su interiorización de sus valores, en donde la vida marital no representa más que una rutina a seguir.

Al inicio de la obra, la protagonista está vestida con una bata y pantuflas. Empieza su rutina ordenado la cocina, las camas y preparando la comida. Le da de comer a su loro, y este se escapa y por este hecho fortuito conoce a su vecino Gabriele que está a punto de suicidarse. Sin que ninguno lo pueda prever, se encontrarán dos formas de entender el mundo: él un locutor de radio que ha sido despedido de su trabajo por su homosexualidad y por sus ideas contrarias al régimen, mientras que ella siente una fascinación total por la figura de Il Duce. Este encuentro hará que él recupere la alegría de estar vivo y ella volverá a sentirse mujer y no una invisible ama de casa.

Ambos personajes expresan concepciones del mundo antagónicas: ella la de una mujer con una supuesta moral intachable que arde de pasión por un hombre que la trata con cariño y no como un objeto y el un hombre oprimido y reprimido por la sociedad inmerso en un infierno. Y así transcurre la obra con visitas de ambos a sus respectivos departamentos y a lo largo de la trama ambos personajes van compartiendo sus problemas, sentimientos, frustraciones y el sentimiento de vivir en un entorno que los oprime y los humilla. Él, porque, al obligarlo a esconder sus preferencias sexuales, niega parte de su identidad, se siente desaparecer como individuo para satisfacer las expectativas de otros, de un sistema, de vivir aparentando lo que no es. Ella, porque siente que no se la toma en cuenta como persona, vive en un mundo donde el marido es fiel a la patria, pero no a ella ya que recurre a prostitutas e, incluso, tiene una relación amorosa con otra mujer, situación que la destruye y la humilla, porque ella es una mujer con educación formal. Está inconforme con el papel que las circunstancias le imponen: las tareas y actitudes fijas que le corresponden como mujer fascista -las de esposa y madre- que la nulifican como individuo.

No hay bellas melodías de amor, la única banda sonora que acompaña a los personajes es la omnipresente radio de la portera hablando sobre el pomposo desfile, como si ese acontecimiento y todo lo que ello representa estuviera sobre ellos constantemente. Todo se desarrolla en medio de un clima sutil cargado de emotividad entre dos almas heridas y desamparadas que encuentran consuelo mutuo durante ese día tan especial que les permite evadirse durante unas horas de la tristeza y monotonía de la vida cotidiana. Pero nada puede ahogar el silencio que, desde el interior de sus almas.

Todos afuera observando la fiesta fascista salvo ellos dos. Perdidos en un mundo que está a punto de estallar.

La obra refleja la amargura soterrada de un país que sale a la calle, pero esconde en casa sus miserias y se centra en la evolución de la relación entre los dos personajes a lo largo de todo el día en que se produce el famoso desfile. Posteriormente aparece un tercer personaje: la portera que advierte a Antonietta de que ese tal Gabriele es una mala influencia y que no le conviene platicar con él.

El espacio escénico se encuentra dividido en dos ámbitos, el departamento de ella y el de él, y hay una escena en donde con unas sábanas se transforma en la azotea del edificio, momento en el que el espectáculo vive una de los momentos más emotivos de la función, cuando ella intenta seducirlo y lo besa y él le confiesa su homosexualidad y la rechaza. Después de un forcejo se besan y finalmente terminan haciendo el amor. Ella cree que puede cambiarlo, pero él se resiste y finalmente se despiden.

El desenlace no tiene un final feliz, Gabriele se da un balazo antes de dejar el edificio para ser confinado a una isla y Antonietta, vuelve a la rutina de una familia y un marido al que ahora ya no puede ver con los mismos ojos de antes, solamente le queda el libro de los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas que le regaló Gabriele.

El diseño del espacio sonoro, así como el de la iluminación son imprescindibles para crear esa atmósfera opresiva que se siente minuto a minuto.

Bajo la dirección de Claudia Ríos, Edith González interpreta a Antonietta y combina la expresividad de su mirada con la tristeza que desprende su sonrisa durante toda la función, consiguiendo que su personaje pierda la desconfianza del principio y se deje llevar, confundida por conclusiones equivocadas; por su parte, Luis Felipe Tovar exprime la capacidad de Gabriele de jugar con la ambigüedad y pasar por varios estados de ánimo que realiza con una excelente actuación.

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