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“Cenicienta se comió a mi hija”: el fenómeno cultural del arquetipo de las princesas se ha convertido en un negocio rosa de la feminidad domesticada

  • visionempresarial
  • Jul 4
  • 4 min read

 "Cenicienta se comió a mi hija" (Cinderella Ate My Daughter) es un libro escrito por Peggy Orenstein en 2011, que explora el fenómeno cultural del arquetipo de las princesas.

 

Por: Lorena Meeser

En Cenicienta se comió a mi hija (Cinderella Ate My Daughter, 2011), la periodista y ensayista estadounidense Peggy Orenstein desmonta con bisturí de precisión la cultura de las princesas que, bajo una apariencia inocente y encantadora, oculta un complejo entramado de sexismo moderno, comercialización desmedida y una forma sutil —pero poderosa— de moldear la identidad femenina desde la infancia.

El libro, surgió de un exitoso artículo publicado por Orenstein en The New York Times en 2006, es mucho más que una crítica a Disney: es un llamado de alerta sobre cómo la industria cultural ha sofisticado su forma de influir en las niñas, haciendo del rosa, la purpurina y las coronas de princesa una trampa dorada para reproducir viejos estereotipos con nuevos envoltorios.

🛍️ Las princesas como producto

Orenstein observa que la “Franquicia Princesas Disney”, iniciada en el año 2000 por Andy Mooney, exejecutivo de Nike, no fue concebida como una extensión artística de las películas animadas, sino como una mina de oro para el merchandising. Hay una gran influencia en el proceso de comercialización con más de 25 mil productos —desde cepillos de dientes, vasos, sábanas, lentes de sol hasta ropa interior— circulan bajo el imperio rosa que construyen personajes como Cenicienta, Ariel, Bella o Aurora. La princesa ya no es solo un personaje de cuento, sino un uniforme de consumo.

En ese contexto, el comportamiento femenino es reducido a una serie de elecciones estéticas: verse linda, ser delicada, esperar al príncipe. La “libertad de elección” de las niñas queda absorbida por las estrategias de marketing que disfrazan como empoderamiento una estética retrogradamente complaciente.

🔍 Una mirada crítica y feminista

Con una voz aguda y accesible, Orenstein no cae en el puritanismo ni en el desprecio cultural. Su crítica es cultural, feminista y maternal al mismo tiempo. Ella analiza los patrones y las consecuencias simbólicas de los mensajes que consumen las niñas: ¿qué significa que Ariel renuncie a su voz por amor?, ¿por qué Bella debe aprender a amar a una bestia para ser valorada?, ¿qué tipo de mundo promueve una cultura que enseña que la recompensa por la paciencia y la belleza es un hombre?

Más allá del análisis de películas, la autora se sumerge en ferias internacionales del juguete, concursos de belleza infantil, la tienda American Girl Palace y hasta un concierto de Miley Cyrus, para mostrar cómo todos estos espacios refuerzan el mandato femenino de agradar, de adornarse, de ser deseables, incluso desde el kínder. Las spa parties para niñas menores de cinco años, donde se les aplica maquillaje y se les enseña a embellecerse, son apenas la punta del iceberg.

Surgen estereotipos

Analiza a Ariel, la princesa que renunció a su voz para conseguir un hombre; Cenicienta, la princesa maltratada hasta que llegó su príncipe; Bella, una ávida lectora que anhelaba la aventura y se conformó con el amor de una bestia; Blancanieves, la dulce y domesticada princesa que cuidaba y limpiaba a siete enanos; y la Bella Durmiente, que durmió toda su vida hasta que un hombre entró y la despertó con un beso. Todas tienen en común el ser rescatadas y salvadas por un maravilloso príncipe por el cual dejan atrás su precaria vida para vivir felices para siempre.

Las niñas prepúberes aprenden el poder que tiene su atractivo sexual en los miembros del sexo opuesto, a través de como se visten, como se maquillan y las joyas que usan. Hoy en día, cada vez a una edad más temprana saben cómo ejercer poder sobre los niños a través del sexo.

🌐 Cultura pop, redes sociales y el sexismo ilustrado

En plena era digital, Orenstein también explora cómo redes sociales como Webkinz y Facebook se suman al adoctrinamiento rosa, perpetuando la idea de que el valor de una niña radica en su apariencia, popularidad y capacidad de agradar. Cita a Susan Douglas, quien llama a esta contradicción “sexismo ilustrado”: se les dice a las mujeres que pueden ser lo que quieran… siempre y cuando también sean delgadas, guapas, sonrientes y sexualmente atractivas. Libertad a cambio de esclavitud estética.

La autora demuestra que, pese a los avances legales y sociales de las mujeres, los viejos cuentos aún nos dictan nuevas formas de domesticación. Hoy no se trata de que una mujer no pueda votar o estudiar, sino de que sienta que su valor depende de cuánto se parezca a una princesa. La presión por lucir perfecta ha desplazado al ideal del “vivieron felices” por el “vivieron bellas para siempre”.

🎭 ¿Qué hay detrás del vestido?

Cenicienta se comió a mi hija no es un texto apocalíptico, sino una invitación a reflexionar: ¿realmente es inocente el disfraz de princesa?, ¿qué estamos enseñando a las niñas cuando su principal aspiración es ser rescatadas por un príncipe?, ¿cómo se puede criar hijas libres en un mercado que moldea sus deseos antes incluso de que aprendan a leer?

Lejos de satanizar los cuentos de hadas, Orenstein propone recuperar el poder narrativo desde una perspectiva crítica y creativa. Las princesas pueden existir, sí, pero acompañadas de otras historias: de guerreras, científicas, exploradoras, ingenieras, líderes, o simplemente niñas que valen por lo que hacen, no por cómo se ven.

⭐ Valoración final

Un ensayo lúcido, provocador y necesario. Peggy Orenstein logra un equilibrio admirable entre lo personal y lo estructural, entre lo anecdótico y lo político. Cenicienta se comió a mi hija es una lectura indispensable para madres, padres, educadores y cualquier persona interesada en entender cómo la cultura pop moldea la identidad femenina desde la infancia. En un mundo donde las oportunidades para las mujeres son más amplias que nunca, este libro recuerda que la batalla cultural sigue vigente, y empieza en la infancia.


 
 
 

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