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Arte urbano: "El agua es una".


Arte a través del agua.

Dese hace un año una serie de murales y grafitis son la nueva cara al Centro Cultural Manuel Gómez Morín. Bajo el lema: “El agua es una” es el proyecto en el que 33 grafiteros nacionales e internacionales pintaron las paredes, el pináculo del inmueble ubicado en avenida Constituyentes y el domo del museo interactivo El Péndulo, para lo que utilizaron 750 litros de pintura, como parte de la iniciativa del colectivo queretano Nueve Arte Urbano y PangeaSeed Fundation dentro del festival PangeaSeed.

Edgar Sánchez, integrante de Nueve Arte Urbano, es el director de este proyecto cultural fundado por la empresa Incusa, dedicada a la distribución de pintura, que promueve este nuevo muralismo, inspirado en el grafiti.

Los artistas participantes en la intervención del domo fueron Aaron Glasso (Nueva Zelanda), Curiot Tlapazotl (México), Demencia (México), Goal (México), Jason Botkin (Canadá), Mantra (Francia), Nosego (Estados Unidos), Paola Delfín (México), Pogo (México), Renata Martínez (México), Ryper (México), Sermob (México), Smithe (México) y Sänk (Estonia).

Aarón Glasson, pintó a la indígena ñañú Macedonia Blas, postulada al Premio Nobel de la Paz en 2005, y a un español con un jarrón fracturado, mientras un niño indígena toma agua para regar un prado sembrado con maíz, peyote y calabaza.

Jason Botkin pintó dos piezas, una en la cúspide del centro cultural, donde plasmó a la naturaleza sostenida entre el cielo y la tierra por cuatro texcaltipocas, y el pintor Mantra ilustró a Chalchiuhtlicue (diosa protectora de las aguas de ríos, largos y el mar en la mitología azteca) basado en la imagen de su esposa ecuatoriana, rodeada de especies en peligro de extinción como el quetzal y el tiburón ballena.

Con estas obras buscan regresar a la tradición que inició José Vasconcelos, y en su momento retomó Manuel Gómez Morín, ambos ex rectores de la UNAM, de entregar los muros de instituciones a muralistas, y al mismo tiempo posesionar la marca de la empresa participante, que venden y distribuyen pintura, si bien en ninguna de las pinturas aparecen logotipos de los patrocinadores.

Edgar Sánchez, indicó que a través de Nueve Arte Urbano se busca dignificar y resignificar los espacios públicos y los símbolos culturales. Explicó que el mal llamado grafitero está criminalizado hasta en el Código Penal de Querétaro, porque se le muestra como persona dedicada al vandalismo, cuando debería ser una corriente cultural.

Ningún participante recibió un pago o recurso económico, porque con la obra buscan recuperar el espacio público para que jóvenes con habilidad para el arte tengan un espacio de socialización para mostrar su talento, en lugar de criminalizar a los que en su comunidad o barrio plasman ideas en muros.

El discurso de los murales del domo se sostiene sobre los hombros de los creadores del pasado. Este retablo de murales transgrafiteros, bendecido por el General y su familia, es una ofrenda del pueblo para el pueblo. Nos habla del misterio de la creación según la cosmovisión mesoamericana. Los cuatro Tezcatlipocas sostienen la bóveda celeste sobre la tierra, abriendo el espacio donde habita la humanidad. Tláloc-Cosijo observa el cielo del norte con el ojo de la conciencia. Su consorte Chalchiutlicue bendice el sur con fecundidad, sobre un espejo de agua. En el este, el sol nace para iluminar el esplendor de los ecosistemas y un híbrido mestizo de San Francisco y Quetzalcóatl. Al oeste, donde los días mueren, los grafiteros queretanos plasmaron a Cipactli, el cocodrilo de ojos rojos que sufre con la contaminación. En total, 33 murales y más de tres mil metros cuadrados, donados por escritores de grafiti, artistas y productores, de Querétaro, México y el mundo, con el sueño de crear conciencia sobre nuestras raíces culturales y los retos del agua y la supervivencia urbana.

El domo, pieza de piezas, narra en el metalenguaje de los retablos, una versión contemporánea y popular de los mitos que dieron sentido a la vida de nuestros ancestros. Esconde en su cima un disco solar, mientras cuelga dentro del domo el péndulo de la danza del cielo con la tierra. Así nos recuerda que vivimos: “en el ombligo de la luna, centro de la tierra, donde ofrendamos los corazones al sol”.

Fotografías: cortesía de Nueve Arte Urbano.

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