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Robo histórico en el Museo del Louvre: se llevan joyas de Napoleón III y de la emperatriz Eugenia

  • visionempresarial
  • Oct 19
  • 5 min read

Updated: Oct 20

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Por: Lorena Meeser

En pleno corazón de París, el Louvre fue escenario de un robo que parece sacado de una película

Un golpe “rápido y profesional” conmocionó este domingo a la capital francesa. El Museo del Louvre, uno de los recintos culturales más emblemáticos del mundo y guardián de la historia de Francia, fue escenario de un asalto que culminó con el robo de parte de las joyas de la Corona de Francia, entre ellas piezas pertenecientes a Napoleón III y a la emperatriz Eugenia, que contaban siglos de poder y esplendor imperial.

Fuentes del Louvre confirmaron a la agencia EFE que la acción se desarrolló en cuestión de minutos y que los responsables actuaron con una precisión que apunta a una banda altamente especializada. “Fue una operación muy rápida, ejecutada por profesionales”, detallaron.

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El robo tuvo lugar en la Galería de Apolo, donde se exhibe la colección de joyas reales francesas. Entre los objetos sustraídos se encontraban diademas, collares y broches que forman parte del legado de la dinastía imperial del siglo XIX, perteneciente al periodo del Segundo Imperio (1852-1870), cuando Napoleón III y la emperatriz Eugenia impulsaron una de las etapas más fastuosas de la historia francesa

Las autoridades estiman que las piezas robadas podrían estar valuadas en millones de dólares, aunque la ministra de Cultura, Rachida Dati, subrayó que su valor histórico es “incalculable”.

“No hablamos solo de joyas, sino de fragmentos de nuestra historia nacional”, declaró Dati ante los medios franceses.
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Según información de medios franceses, los asaltantes aprovecharon unas obras de remodelación en una de las laterales del museo para entrar, utilizaron un montacargas y rompieron varias ventanas valiéndose de una sierra angular, para acceder a la galería Apolo del museo, ubicada en la primera planta.

Posteriormente se dieron a la fuga en moto. En pocas palabras este fue el modus operandi: un soplete, un walkie-talkie y 2 scooters.

Fue una operación meticulosamente planificada que combinó velocidad, precisión y aprovechamiento de vulnerabilidades específicas del recinto. En apenas siete minutos, un grupo de ladrones logró sustraer nueve piezas de las joyas de la corona francesa, dejando un rastro que revela tanto su preparación como su audacia.

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Tras el incidente, el Gobierno francés ordenó el cierre temporal del museo por 24 horas, con el objetivo de facilitar las labores de investigación y revisar los protocolos de seguridad. Agentes de la Policía Nacional y de la Brigada de Delitos contra el Patrimonio trabajan contra reloj para localizar las piezas sustraídas y dar con los responsables.

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Horas posteriores al asalto, se confirmó el hallazgo de una de las joyas robadas —la corona de la emperatriz Eugenia— fuera del recinto. La pieza fue encontrada dañada, lo que sugiere que pudo haber sido abandonada durante la huida.

El robo ha reavivado el debate sobre la seguridad en los grandes museos europeos. Aunque el Louvre cuenta con uno de los sistemas de vigilancia más sofisticados del mundo, el incidente demostró que incluso los recintos más resguardados pueden ser vulnerables ante operaciones delictivas cuidadosamente planeadas.

Mientras continúan las investigaciones, el suceso ha generado conmoción entre los franceses y la comunidad internacional, que ve en este crimen no solo la pérdida de joyas, sino el atentado a un símbolo de la herencia cultural de Europa.

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Recuento de lo robado: joyas de valor patrimonial irremplazable

Robaron nueve piezas que pertenecieron a las reinas María Amelia, esposa de Luis Felipe I, y Hortensia, casada con Luis Bonaparte y madre del emperador Napoleón II, y de la emperatriz Eugenia de Montijo. Una diadema de las reinas, otra de la emperatriz, un collar de zafiros, dos pares de pendientes, un collar de esmeraldas y dos broches. Al momento de huir perdieron parte del botín: la corona de la emperatriz. La única pieza recuperada.

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Un escenario de arte, historia y opulencia: la Galería de Apolo

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Ubicada en el primer piso del ala Denon, sobre la Petite Galerie, la Galería de Apolo es una de las estancias más emblemáticas del Museo del Louvre. Fue el rey Luis XIV quien ordenó su reconstrucción tras el incendio de 1661, y en su diseño participaron el arquitecto Louis Le Vau y el pintor real Charles Le Brun, artífices de un espacio concebido como homenaje al dios del Sol y al poder del monarca absoluto.

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La decoración, inspirada en los ciclos del tiempo, los astros y la luz, muestra una bóveda monumental que representa la carrera de Apolo desde la aurora hasta el anochecer. En ella se despliegan signos zodiacales, continentes y estaciones, en un despliegue ornamental que glorifica la figura del Rey Sol.

Durante el siglo XIX, la galería recibió su decoración definitiva bajo la dirección de Félix Duban, con la participación de artistas como Eugène Delacroix, autor del monumental fresco “Apolo venciendo a la serpiente Pitón”, de 12 metros de ancho, símbolo del triunfo de la luz sobre la oscuridad.

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Con una superficie de más de 600 metros cuadrados (61 metros de largo por 15 de alto), la Galería de Apolo sirvió de modelo para otro ícono del clasicismo francés: la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles.

Desde 1887, el espacio alberga la colección de las joyas de la Corona de Francia, entre las que destacan el diamante Régent, el Sancy, el Hortensia y la espinela Côte de Bretagne, una gema de cinco siglos de historia que perteneció a Ana de Bretaña y ha sobrevivido a guerras, saqueos y ventas.

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La galería es, por sí misma, una obra de arte: más de un centenar de piezas —entre pinturas, esculturas y tapices— forman parte de un conjunto que tardó más de dos siglos en completarse. Recorrerla es adentrarse en la evolución del arte francés, del barroco de Le Brun al romanticismo de Delacroix, hasta llegar a las restauraciones del siglo XXI.

Hoy, tras el robo que sacudió al Louvre, la Galería de Apolo deja de ser únicamente un recinto de contemplación para convertirse en escenario de un crimen que marca un antes y un después en la historia del museo. Un espacio que, alguna vez símbolo del esplendor del arte, se ha transformado —al menos por ahora— en testigo silencioso de su vulnerabilidad.

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Resumen

El domingo 19 de octubre de 2025, un grupo de ladrones altamente organizados entró al museo a las 9:30 a.m., utilizando una plataforma elevadora desde un camión junto al río Sena, rompió una ventana del ala de la Galerie d’Apollon —donde se muestran joyas de la corona francesa— y en tan sólo 4-7 minutos se llevaron al menos 8 o 9 piezas de incalculable valor histórico, incluyendo joyas del periodo napoleónico.

Descripción rápida del hecho:

 • Ingreso mediante elevador/plataforma desde zona en remodelación y andamiaje.

 • Uso de herramientas potentes (cortadoras de disco, probablemente) para vulnerar vitrinas.

 • Huida sobre motocicletas, sin confrontación violenta con visitantes o personal.

 • Valor cultural prácticamente incalculable: “joyas de valor patrimonial irreemplazable”.

Este asalto no solo sacude al mundo del arte, sino que abre serios cuestionamientos sobre la seguridad de una de las instituciones culturales más emblemáticas del planeta. ¿Cómo pudo perpetrarse un robo tan rápido en uno de los museos más vigilados del mundo?

Piensa que los objetos robados no eran simples tesoros monetarios: eran piezas que conectan con la historia de Francia, la monarquía, el imperio—un patrimonio colectivo.

 
 
 

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