El secreto bajo la Basílica de Guadalupe: la red de tuberías que succiona limosnas hacia un cepo oculto
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Por: Lorena Meeser

Bajo el piso sagrado de la Basílica de Guadalupe, el segundo sitio religioso más visitado del planeta -sólo superado por el Vaticano-, existe un sistema tan funcional como enigmático: una red de tuberías metálicas, silenciosa y casi mitológica, que succiona las limosnas de millones de fieles para conducirlas hasta un lugar oculto conocido como “el cepo”.
Pocas veces se ha hablado públicamente de este engranaje subterráneo. Y cuando se hace, suele ser con sigilio. Se trata de uno de los secretos mejor guardados del recinto mariano del Tepeyac.

El sistema fue ideado e integrado en 1974 por el renombrado arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, el mismo que diseñó la nueva Basílica. Su propósito no era menor: canalizar, almacenar y contar automáticamente los “fierros”, como coloquialmente se les dice a las monedas depositadas en las decenas de alcancías distribuidas por todo el templo.
La idea, visionaria en su tiempo, surgió de una realidad evidente: era humanamente imposible contabilizar, a mano, semejante cantidad de limosnas. La Basílica recibe anualmente alrededor de 18.5 millones de visitantes, y según cifras oficiales de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, tan solo el 12 de diciembre de 2024, durante la celebración guadalupana, 12.3 millones de personas llegaron en un solo día. Con tal flujo humano, cada moneda cuenta… y cuenta muchas veces.
El cepo: una alcancía gigante
Según el testimonio del fallecido párroco Pedro Herrasti, quien dejó constancia de la existencia de este sistema en el boletín El Verdadero Catolicismo (EVC), el “cepo” es una especie de cámara blindada a donde confluyen todos los tubos recolectores. Funciona como una bóveda con mecanismos automatizados para la clasificación y conteo del dinero recolectado. Su existencia, sin embargo, jamás ha sido confirmada oficialmente ni documentada en fotografías.

La estructura permanece oculta al ojo del público, protegida tanto por razones de seguridad como por el misterio que rodea al acto de dar limosna como un gesto de fe.
Los tubos, silenciosos y discretos, conectan con las alcancías ubicadas estratégicamente en el templo: junto a las imágenes sagradas, a los costados de las naves, cerca del altar mayor. Una vez que las monedas son depositadas, ruedan por gravedad -como en un tobogán secreto- hasta su destino final: el cepo.

¿Cuánto dinero cae al cepo?
No existe un registro público del total de limosnas que se recaudan anualmente en la Basílica. La ley no obliga a la Iglesia a transparentar tales ingresos, que suelen destinarse al mantenimiento del templo, labores pastorales y obras sociales. Pero es posible intuir su magnitud. Si millones de fieles -con distintos niveles de ingreso- depositan aunque sea una moneda por visita, estamos hablando de toneladas de metal al año.
Un cálculo conservador, considerando que uno de cada dos fieles dejara tan solo una moneda de cinco pesos, arrojaría una cifra de más de 50 millones de pesos anuales, sin contar billetes ni otras formas de donativo. Pero incluso esta estimación palidece frente al verdadero valor simbólico de cada limosna: el acto de ofrecer, de agradecer o de pedir un milagro.

Un diseño visionario
Pedro Ramírez Vázquez diseñó la Basílica con una premisa clara: permitir que todos los peregrinos pudieran ver a la Virgen sin obstáculos. Pero también supo que el templo necesitaría una infraestructura capaz de sostener la devoción masiva. Por eso, además de su icónica planta circular y su techo que evoca el manto de la Virgen, integró este sistema oculto de captación de limosnas que hoy, medio siglo después, sigue funcionando con eficacia.

El misterio sigue
El cepo y sus tuberías permanecen en el misterio. No hay imágenes. No hay planos públicos. Lo que existe es la certeza de su presencia, la lógica de su función y los testimonios aislados que, como el del padre Herrasti, han salido a la luz de manera esporádica. Pero más allá de su valor arquitectónico o logístico, esta red de tubos representa un vínculo tangible entre la fe popular y la estructura que sostiene uno de los recintos más sagrados de México.

Así, mientras millones de fieles se arrodillan, lloran, cantan y agradecen ante la imagen de la Virgen del Tepeyac, sus monedas siguen cayendo -una a una- por el laberinto oculto que late bajo sus pies. Un sistema invisible, pero inquebrantable, que recolecta no solo metal… sino también esperanza.

🏛️ Construcción de la Basílica de Guadalupe
La actual Basílica de Guadalupe, ubicada en la Ciudad de México, fue diseñada por el arquitecto mexicano Pedro Ramírez Vázquez, junto con los arquitectos José Luis Benlliure, Alejandro Schoenhofer, fray Gabriel Chávez de la Mora y Javier García Lascuráin. La construcción comenzó en 1974 y se completó en 1976, siendo inaugurada el 12 de octubre de ese año .
Características arquitectónicas:
Planta circular: Con un diámetro de 100 metros, sin columnas intermedias, lo que permite una visión panorámica desde cualquier punto del interior.
Estructura: Construida con hormigón armado para la estructura de la cubierta y recubierta con láminas de cobre que, al oxidarse, le otorgan su característico color verde .
Capacidad: Puede albergar hasta 10,500 personas, con 5,200 asientos disponibles .
Diseño simbólico: La forma de la cubierta emula el manto de la Virgen de Guadalupe, simbolizando su protección sobre los fieles.

Que interesante!!! Gracias!