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El Síndrome de Estocolmo: cuando el miedo y la empatía se entrelazan

  • visionempresarial
  • 2 hours ago
  • 4 min read
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Por: Lorena Meeser.

El Síndrome de Estocolmo: el nacimiento de un fenómeno psicológico

El 23 de agosto de 1973, una tranquila mañana de verano en Estocolmo se transformó en un drama nacional que, sin saberlo, daría nombre a uno de los fenómenos psicológicos más intrigantes de la historia criminal. Jan-Erik "Janne" Olsson, un criminal fugado de la cárcel durante un permiso, irrumpió en la sucursal del Kreditbanken en la céntrica plaza de Norrmalmstorg. Armado con una ametralladora, Olsson disparó e hirió a un agente, antes de tomar a cuatro rehenes: tres empleadas y un empleado del banco.

Como una de sus exigencias, pidió que la policía liberara y trasladara a su amigo y compañero de crímenes, Clark Olofsson, desde su prisión de alta seguridad para negociar. Sorprendentemente, la policía sueca accedió, desencadenando una negociación que se prolongaría durante seis tensos días y que pondría a prueba los límites de la psicología humana.

El asedio, televisado por primera vez en directo en la historia de Suecia, capturó la atención de la nación y del mundo entero. Lo que la audiencia presenció fue una transformación emocional desconcertante. Los rehenes, en lugar de sentir terror o resentimiento, comenzaron a forjar un vínculo de empatía con sus captores. Desconfiaron de la policía, a la que veían como una amenaza, y llegaron a proteger a los atracadores. "Tengo miedo de la policía, no de ellos", suplicó una de las rehenes, Kristin Enmark, en una llamada telefónica con el primer ministro sueco. Su declaración se convirtió en el epítome de lo que estaba ocurriendo.

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El origen del término “Síndrome de Estocolmo”

El psiquiatra y criminólogo sueco Nils Bejerot, quien asesoraba a la policía en las negociaciones, fue el primero en documentar esta extraña reacción. Inicialmente, lo llamó "Síndrome de Norrmalmstorg", pero su impacto internacional lo popularizó rápidamente como el Síndrome de Estocolmo. Bejerot explicó que este vínculo afectivo era un mecanismo de defensa psicológico. La víctima, expuesta a una amenaza de muerte constante, interpreta cualquier acto de "bondad" o disminución de la agresión por parte del captor como un signo de compasión, desarrollando así una identificación emocional como estrategia de supervivencia.

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Otros casos paradigmáticos.

El fenómeno se volvió aún más conocido un año después, con el caso de Patricia "Patty" Hearst, la nieta del magnate de los medios William Randolph Hearst. En 1974, Hearst fue secuestrada por el grupo guerrillero Ejército Simbionés de Liberación (SLA). Tras el secuestro, Hearst se unió al grupo radical, adoptando el nombre de "Tania" y participando en actividades delictivas, lo que generó un gran revuelo mediático ya que apareció en un video, empuñando un rifle, y participó en un atraco bancario. Aunque su defensa de que sufría el Síndrome de Estocolmo no fue aceptada en el juicio, su caso llevó la atención mediática sobre el fenómeno a nuevas alturas.

Otros contextos: este tipo de reacción se ha observado, aunque con menor frecuencia, en víctimas de violencia doméstica, prisioneros de guerra, cultos o abuso infantil, donde la víctima desarrolla empatía o dependencia hacia su agresor como estrategia de supervivencia.

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Controversias y reflexiones críticas

A pesar de su fama, el Síndrome de Estocolmo nunca ha sido reconocido como un diagnóstico oficial en los manuales de psiquiatría, como el DSM o la CIE. Expertos como la psicóloga Cecilia Ase y el criminólogo Christoffer Rahm han cuestionado su legitimidad, argumentando que el comportamiento de las víctimas no es un "trastorno", sino una respuesta racional de supervivencia.

"No fue amor ni complicidad, fue una táctica para sobrevivir", ha declarado posteriormente Kristin Enmark, una de las rehenes originales, matizando su célebre frase. Su testimonio subraya que la aparente lealtad hacia los captores era, en realidad, una fría y calculada estrategia para salir con vida.

Aun así, la reacción ha sido observada, aunque con menor frecuencia, en contextos de violencia doméstica, secuestros, prisioneros de guerra o abuso infantil, donde la víctima puede desarrollar una dependencia o empatía hacia su agresor.

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Un legado más allá del crimen: el día que Estocolmo le dio nombre a un síndrome

El caso de Norrmalmstorg no solo dio origen a un término psicológico, sino que también dejó una huella indeleble en la cultura popular. Ha inspirado innumerables obras de ficción y documentales, desde la película sueca Stockholm (2018) hasta la popular serie de Netflix Clark (2022-2023), que narra la vida de Clark Olofsson, el legendario criminal que estuvo en el centro del asedio.

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La extraña psicología del Síndrome de Estocolmo

El Síndrome de Estocolmo es mucho más que una anécdota. Funciona como un recordatorio contundente de la complejidad de la mente humana y cómo funciona bajo estrés extremo. Desafía las interpretaciones simplistas de la victimización y nos obliga a considerar cómo el cerebro busca, incluso en las circunstancias más sombrías, una forma de adaptarse, sobrevivir y, en ocasiones, reinterpretar la realidad para encontrar un refugio emocional.

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Rehenes de la empatía: el robo que cambió la psicología criminal

Aunque no es un trastorno reconocible oficialmente, su fuerza simbólica y académica radica en visibilizar los mecanismos de defensa psicológicos en contextos de peligro.

Este fenómeno invita a comprender la complejidad emocional de las víctimas y cuestiona interpretaciones rígidas sobre la racionalidad. Más allá de lo extraordinario del caso sueco en 1973, nos desafía a mirar con empatía, profundidad y prudencia las respuestas humanas al trauma.

 
 
 

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