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El ensanchamiento de la cultura ante el estancamiento de la Ley.


Ante los cambios vertiginosos en tecnología, cultura popular y tendencias que vivíamos hasta antes de marzo 2020, se empezaba a ver una propensión en el mundo legal y político: la rigidez característica de las formas, así como los estatutos sagrados estaban cerca de enfrentarse con una modernidad y generaciones que acometían contra “lo que fue” y contra lo “esperado” de antaño.

Mientras los mercados se llenaron de empresas tecnológicas con necesidades mas fluidas y expectativas mas cortoplacistas surgieron los directivos no de pelo blanco sino de brazos tatuados. Mientras la igualdad de género llegó para quedarse no solo se equilibró la balanza en términos de sexo o género, sino que cambió por completo la edad para ser relevante. Así, mientras la cultura cambió sin previo aviso, se percibió cada vez mas la importancia de alguien no reflejada en el traje que vestía sino en la cabeza que portaba y en la habilidad que lo caracterizaba. La tecnología, aun sin querer y aun sin dar cuenta, no solo cambió el mundo sino que democratizó por completo el juego. No solo se ensanchó la mente en términos de genero y de igualdad (cosa que es celebrable) sino que se amplió el espectro de relevancia como nunca lo pensamos en cuanto a raza, edad, estilo, y hasta apariencia.

Hoy, así como pasa ante cualquier crisis y situación impredecible… se crece y se cambia a un ritmo excepcional. Los efectos culturales y las variaciones que hubiesen tomado generaciones se empiezan a exacerbar y en cuestión de días y semanas se avizoran avances sin precedentes. Hoy cambiamos las reuniones formales por reuniones virtuales, en la política y el derecho cambiamos los zapatos por tenis y vemos a nuestros maestros de ayer aprendiendo a usar las pantallas y presumiendo sus nuevas barbas grises y sus cuellos desabrochados… así, sin nudos en el cogote por la corbata. Las togas negras y las batas blancas se dejan colgadas para dar paso UN conocimiento, y punto. Si bien el confinamiento nos ha llevado a estar aislados, estimo que en cierto sentido nos hemos liberado y hemos traspasado las barreras interdisciplinarias como nunca.

Resulta meramente una opinión, misma que es digna del escrutinio y cuestionamiento generalizado, pero sé que muchos como yo, hemos optado por trabajar mas que nunca y cortarnos menos el pelo que antes. Se que hoy buscamos la legitimidad en la opinión de una forma distinta y se que mi trabajo me llevó no solo a cruzar la barrera del pelo corto al largo sino al escribir y participar con coaches de vida, con diferentes abogados, diferentes puntos de vista, y hasta consultar simultáneamente como abogado junto a una coach y sexóloga en el equipo. Lo inimaginable se ha vuelto normal y hasta cierto punto refrescante y conveniente.

Por su propio y rígido lado, la Ley que nos imponía orden específicamente en materia de trabajo, dejó de tener aplicabilidad en muchos sentidos hace ya tres semanas en nuestro país. La comodidad que representaba el “búscalo en la Ley, la Ley dice esto o hay que ceñirnos a la letra de la Ley” dejó de ser y el manto protector de los abogados se nos cayó. Hasta cierto punto siempre supimos que las Leyes con las que regíamos nuestras relaciones y con las que consultábamos, eran endebles y en algún punto tendrían que cambiar. Por mi parte, había sido un defensor de que nuestra arcaica Ley debía flexibilizarse y variar de forma urgente pero nunca esperé que fuese así de inminente y apremiante. Hoy, con poca Ley que aplicar queda mucho criterio por desarrollar. Hemos pasado de la era de la literalidad a la era de la imprevisión y la invención con sentido y fin común. Si bien, en un principio como abogado sentí frustración y disgusto por lo ocurrido, no me queda nostalgia por lo que fue sino anticipación y alegría por lo que vendrá.

Mientras los empleos y las riquezas empiezan a disminuir, se advierte un efecto espejo en la merma del ego generalizado. Nos queda mucha libertad aun estando confinados, y nos queda una obligación humana que hace un mes no teníamos: el salir adelante juntos siendo mas genuinos y mas humanos. Resuena una nueva era de conocimiento y valor agregado fundado en ánimos de salir adelante y en una conciliación entre las ganas y las canas.

Recibamos los cambios culturales, operacionales y generacionales con gusto ya que bien podríamos ser la generación mas amalgamada de la historia moderna. Una generación de viejos y jóvenes, de seres mas longevos y jóvenes mas arrojados que piden una participación multifacética sin antecedentes. Sin duda alguna estamos perdiendo mucho de lo que conocíamos hasta hace un mes… perderemos mucho y lamentablemente a muchos.

No obstante, ante este estancamiento de la Ley y el avasallador ensanchamiento cultural; todavía no sabemos si cambiaremos las corbatas por libertades y los trajes por personalidades, aunque sin duda los tiempos ya cambiaron. Por lo pronto, no nos quedará mucha Ley, pero si los principios generales que rigieron a los que nos trajeron hasta acá. Nos queda una emancipación mas amplia y un espectro de criterio mas pulido y aquí… con pelo largo o corto habremos de encontrar a los que, a pesar de estar perdiendo, aspiren a ganar en este nuevo plano que no pedimos tan rápido, pero… es lo actual.

En efecto, si hay cambios, pero también mucho futuro.

Juan José Díaz Mirón Salcedo.

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