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Carne: lujuria, soberbia, perversión, avaricia y pasión


• La obra escrita por Reynolds Robledo y dirigida por Enrique Singer finalizará temporada el próximo 11 de abril. Carne, puesta en escena estelarizada por Nailea Norvind, Hernán Mendoza, Jesusa Ochoa y Adrián Ladrón de Guevara, festejó su exitosa temporada en el Centro Cultural Helénico con la develación de una emotiva placa. Para esta gran velada, la producción contó con la presencia de Gaby de la Garza y Jesús Ochoa como padrinos de dicho festejo.

Carne, escrita por Reynolds Robledo, se desarrolla en la cocina de la hacienda de la familia Arango, mientras que en el jardín se lleva a cabo una fiesta sorpresa por el cumpleaños de Eva, una actriz retirada, pero su marido Román (que antes era marido de su hermana fallecida) decidió celebrárselo ese día. Pero la llegada de Darío, el hijo de Román (que después de un pasado turbulento ha decidido convertirse en sacerdote y viene a comprobar su voluntad después de 10 años de no ver a la familia) creará un incómodo reencuentro en el que los secretos del pasado se salen de contexto y se produce una tragedia que les cambia la vida a todos.

La problemática se complica aun mas con la intervención de Abigail, la sobrina de de Eva quien tiene 16 años, huérfana de madre, vive en la hacienda. Es muy precoz para su edad y muy dispuesta a provocar incendios.


La obra hace reflexionar sobre el peso del ayer y la memoria de las relaciones familiares, que exponen cómo la moral es un detonante para cambiar el destino en un instante.

La virtud del texto de Reynolds Robledo estriba en la incapacidad de los personajes para establecer relaciones convencionales donde la verdad no esté permeada por el silencio de lo que hace daño y la imposibilidad de romper con esas dinámicas lacerantes que tarde o temprano salen a la luz. La obra oscila entre la suntuosidad de la tragedia griega y el horror de nuestros días, de una realidad salpimentada con la violencia de género, la normalización del abuso y el encubrimiento.


Un texto lleno de dolor, venganza, amor, controversias, envidia, lujuria, soberbia, perversión, avaricia, pasión, deseos prohibidos e intriga, con una multiplicidad de giros de tuerca.

Como apunta el texto: “Los monstruos crean monstruos”, y en la puesta en escena se respira ese dolor.


El mapping nos presenta una serie de proyecciones que magnifican los sentimientos de los protagonistas y aparecen como una especie de narrador de emociones y presagio de la tragedia.

Una vez más, Ana Carolina Mancilla y Reynolds Robledo, los responsables de Lobos producciones, han conjuntado un elenco poderoso para darle vida a una historia que reta a las y los espectadores a través de sus cuestionamientos acerca de lo bueno y lo malo, el presente y el pasado, el mutismo y el grito. Eso que palpita debajo de la tradicional careta de una familia feliz, ese espectro, ese pecado, es develado en el escenario del Teatro Helénico.


La escenografía es de Erica Krayer, iluminación de Daniel Primo, vestuario de Jerildy Bosch y sonido de Fernando Sisniega.

Fotos: Luis Quiroz.

Teatro Helénico.

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