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El ritual de la mirada: Graciela Iturbide, la fotógrafa que capturó el alma de México, conquista el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025  📸🇲🇽🇪🇸

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  • 15h
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Por: Lorena Meeser

¡Histórico! El Premio Princesa de Asturias rinde honores a Graciela Iturbide, la fotógrafa que le dio alas al sincretismo mexicano

“La fotografía no es la verdad, sino la interpretación de la realidad.”Con esa frase —breve, lúcida, definitiva— Graciela Iturbide selló uno de los momentos más emocionantes de la ceremonia del Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025. En el Teatro Campoamor de Oviedo, la fotógrafa mexicana de 83 años fue ovacionada de pie mientras sostenía la escultura de Joan Miró, símbolo de uno de los mayores reconocimientos a la creación artística a nivel mundial.

Más que un premio, no es solo un reconocimiento a una artista, el galardón representa la consagración internacional de una artista que ha hecho de la fotografía un espejo espiritual de México y una ventana universal hacia lo humano. La esencia de una trayectoria que ha trascendido la mera documentación para adentrarse en el ámbito simbólico, poético y mítico de la condición humana, especialmente en su México, consolidando a Iturbide como una de las fotógrafas latinoamericanas más relevantes del mundo.

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El Legado de la Universalidad

En la ceremonia de entrega, Iturbide dejó una reflexión poderosa que se perfila para ser un lema viral en el mundo del arte:

"Mi oficio consiste en mirar al mundo a través de una ventanita de unos centímetros [la cámara]... El arte fotográfico no conoce fronteras, ni necesita visas ni pasaportes, por más que algunos hombres poderosos pretendan limitar el libre tránsito."

Este mensaje es un manifiesto sobre la universalidad del arte y la libertad creativa frente a las divisiones ideológicas o geográficas. La obra de Iturbide, con su mezcla de identidad mexicana, sincretismo cultural, tradición y mirada contemporánea, es un testimonio vivo de que la fotografía, al ser una interpretación sensible de la realidad, se convierte en un puente entre culturas, memorias y tiempos. El Princesa de Asturias ha reconocido no solo a una fotógrafa, sino a la guardiana de un mundo hipnótico que navega entre la realidad más cruda y la gracia de una magia espontánea.

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La discípula de Álvarez Bravo: Cómo medio siglo de trayectoria en blanco y negro, documentando la identidad indígena y la 'magia espontánea', la llevó al máximo podio cultural de España: una mirada que funde el mito y la realidad

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Nacida en la Ciudad de México el 16 de mayo de 1942, María Graciela del Carmen Iturbide Guerra no planeaba ser fotógrafa. Inició sus estudio en 1969 en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM buscando ser directora de cine. Pero su destino cambió cuando conoció a Manuel Álvarez Bravo, el gran patriarca de la fotografía mexicana. De su maestro aprendió que “el blanco y negro es el idioma de lo esencial” y que mirar no basta: hay que interpretar.

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Fue su asistente entre 1970 y 1971, viajando junto a él por pueblos y desiertos, entre ferias, funerales y rituales. Allí comprendió que la cámara no es un instrumento técnico, sino un amuleto. Este hecho definió su lenguaje: el uso característico del blanco y negro y una búsqueda por los aspectos más "mitológicos" de las personas.

A partir de los años setenta, Iturbide emprendió su propio camino: una travesía fotográfica que abarca más de medio siglo, decenas de países y una sensibilidad capaz de convertir lo cotidiano en revelación.

Viajó por Latinoamérica y, en 1978, fue comisionada por el Archivo Etnográfico del Instituto Nacional Indigenista de México para documentar la población indígena. De esta labor surgieron sus series más icónicas:

  • “Los que viven en la arena” (Pueblo Seri, 1978)

  • Juchitán de las Mujeres (Oaxaca, 1989), su trabajo más celebrado, que retrata la fuerza y autonomía de las mujeres zapotecas, un punto clave en su carrera.

Actualmente clásicos de la fotografía documental contemporánea. En ellas, la artista no “retrata” a las mujeres zapotecas o a los indígenas del desierto sonorense: las interpreta como figuras mitológicas vivas, guardianas de una sabiduría ancestral frente a la modernidad que arrasa.

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Del desierto al baño de Frida: los símbolos ocultos

Su cámara ha explorado tanto lo íntimo como lo sagrado. En “El baño de Frida” (2009), Iturbide registró los objetos personales de Frida Kahlo, guardados por décadas tras una puerta clausurada por Diego Rivera.El resultado fue una serie estremecedora donde los artefactos cotidianos —corsés, frascos, muletas— se convierten en reliquias de la fragilidad y la resistencia.

Esa capacidad para dotar de significado espiritual a lo material atraviesa toda su obra: aves muertas suspendidas en el aire, cabras en sacrificio, espejos rotos, mujeres coronadas de iguanas. Cada imagen es un rito, una traducción visual del mito.

“Para mí la fotografía es un ritual —ha dicho Iturbide—. Salgo a mirar, a dejar que el azar me sorprenda. Luego, en la oscuridad del cuarto, selecciono las imágenes que tienen alma.”

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La artista mexicana más universal

Con una obra expuesta en instituciones como el Centro Pompidou (París), el Getty Museum (Los Ángeles), el San Francisco Museum of Modern Art y la Fundación Mapfre (Madrid), Iturbide ha sido una de las pocas fotógrafas latinoamericanas que han redefinido el canon global de la imagen documental.

Su estilo —una mezcla de antropología, poesía y crítica social— le ha valido el Premio Nacional de las Artes de México (2008), el Premio Hasselblad (2008), el Lucie Award (2010), el PHotoEspaña (2010) y, más recientemente, el William Klein Prize de la Academia de Bellas Artes de Francia (2023).

Ha recibido además doctorados honoris causa por el Columbia College de Chicago y el San Francisco Art Institute, y es Oficial de la Orden de las Artes y las Letras de Francia.

Su influencia ha cruzado generaciones y fronteras, inspirando a fotógrafas contemporáneas como Cristina García Rodero o Maya Goded, así como a nuevas voces visuales que reconocen en ella un puente entre lo ancestral y lo contemporáneo, entre lo femenino y lo sagrado.

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El Premio Princesa de Asturias: la consagración de una mirada

Fundado en 1981, el Premio Princesa de Asturias de las Artes, es uno de los ocho galardones internacionales que anualmente concede la Fundación Princesa de Asturias que reconoce a quienes han contribuido de manera excepcional al patrimonio cultural universal.Lo han recibido figuras como Bob Dylan, Pedro Almodóvar, Meryl Streep, Ennio Morricone, Martin Scorsese y la fotógrafa Annie Leibovitz.

Este año, el jurado presidido por Miguel Zugaza Miranda destacó que la obra de Iturbide “invita a mirar más allá de lo visible, abarcando desde lo primitivo hasta lo contemporáneo, desde la crudeza social hasta la magia espontánea del instante”.

El reconocimiento, que incluye una dotación de 50 mil euros y una escultura de Joan Miró, fue entregado por los Reyes de España y la Princesa Leonor en una ceremonia cargada de simbolismo.

También, el Museo Nacional de Antropología de México fue galardonado con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia, sellando así una edición histórica para la cultura mexicana.

Se otorga a la persona, grupo de personas o institución cuya labor en la arquitectura, cinematografía, danza, escultura, música, pintura y demás expresiones artísticas constituya una aportación relevante al patrimonio cultural de la humanidad.

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Una fotógrafa en tiempos de ruido

En una era saturada de imágenes instantáneas y filtros efímeros, la fotografía de Iturbide resiste. No busca la perfección, sino el alma. No corre tras la noticia, sino tras el símbolo.

Su trabajo es un recordatorio de que la cámara —esa “ventanita de unos centímetros”, como ella la llama— aún puede ser un instrumento de conocimiento y de resistencia.

En sus propias palabras:

“El arte fotográfico no conoce fronteras, ni necesita visas ni pasaportes, por más que algunos hombres poderosos pretendan limitar el libre tránsito.”

Graciela Iturbide no solo retrata México: lo reinterpreta como un territorio de ritos, heridas y revelaciones.En cada encuadre se adivina una pregunta: ¿qué queda de lo sagrado en un mundo que ya no mira?

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Epílogo: La fotógrafa que convirtió la mirada en patria

A sus 83 años, Graciela Iturbide no parece mirar atrás.Dice que aún le intriga el misterio del desierto, los silencios de las aves y los ecos de las mujeres que retrató en Juchitán.

Su premio en Oviedo no solo consagra una trayectoria, sino que devuelve al centro del mundo una mirada latinoamericana, femenina y profundamente humana.Una mirada que, más que registrar, revela.Una mirada que, como todo ritual verdadero, invoca y transforma.

📸 “Graciela Iturbide no fotografía el mundo: lo descifra.”

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Discurso íntegro de Graciela Iturbide en el Teatro Campoamor de Oviedo

Majestades, Altezas Reales, Distinguidos miembros de la Fundación Princesa de Asturias, Estimados miembros del Jurado, Queridos galardonados, Señoras y Señores,Amigos:

He pasado más de medio siglo de mi vida mirando al mundo por una ventanita que apenas mide unos escasos centímetros cuadrados. ¿No resulta paradójico otorgarme el prestigiado Premio Princesa de Asturias de las Artes por una hazaña tan circunscrita? Lo agradezco y me siento muy honrada, pero mis méritos no rebasan estos cuantos centímetros de quimera.

Porque no cabe duda: la fotografía no es la verdad, sino la interpretación de una realidad que el artista aprehende en función de sus conocimientos, sus emociones, sus sueños y su intuición. Ya lo decía el lúcido Brassaï: “La vida no puede ser captada ni por el realismo ni por el naturalismo, sino solamente por el sueño, el símbolo o la imaginación”.

Todo lo que fotografié a lo largo de mi vida me ha llenado el espíritu y me ha empujado a repetir el proceso una y otra vez. La fotografía, para mí, crea un sentimiento de comprensión hacia lo que veo, lo que vivo y lo que siento, y es un buen pretexto para conocer el mundo y sus culturas. Si al ver mis fotos, la gente dice: “Esto es México”, yo contesto: “No, esto es Graciela Iturbide”, pero no me siento dueña de mis imágenes, ni temo que las utilicen y hasta las manipulen. Algunas de mis imágenes ya forman parte del imaginario mexicano. Para mí, no es un logro, ni un riesgo. Es tan sólo un reflejo de México, de lo que veo en mi país.

La parte más conocida de mi obra retrata el mundo indígena de México. Le he dedicado mis mejores años y gracias a ella, recorrí buena parte de mi país, sobre todo las regiones apartadas y desfavorecidas donde sobreviven y resisten los indígenas. Sin embargo, al igual que la inmensa mayoría de los mexicanos, soy el resultado de la fusión entre dos culturas, dos visiones del mundo casi siempre encontradas. La historia de México es la del sincretismo que me habita y no podría sacrificar una de sus vertientes sin mutilarme a mí misma. A raíz de la Guerra Civil Española, llegaron a México intelectuales y artistas que enriquecieron nuestra vida cultural y nos inspiraron con sus talentos y sus conocimientos. No puedo olvidarlos en un momento como éste.

No me gusta que digan que mi fotografía es mágica. Más me interesa, y no sé si lo logro siempre, que haya una dosis de poesía en ella. La fotografía juega con una ambigüedad: devela un fragmento de realidad que yo procuro volver a velar, con el objeto de no dilapidar el misterio que recoge. Por más que el espectador a veces lo dude, debo precisar que nunca he construido ninguna imagen. Todas han sido el fruto del azar o el resultado de un encuentro.A mi maestro Manuel Álvarez Bravo le debo el consejo más decisivo para volverse un buen fotógrafo: “No hay que apresurarse, decía él, hay tiempo, hay tiempo.” La fotografía es el arte que lidia principalmente con el tiempo, que lo desafía, lo fija y, a veces, también lo mata.

Para terminar, quisiera dejar claro que más allá del sincretismo que me constituye, ante todo me considero una ciudadana del mundo. Por fortuna, el arte fotográfico no conoce fronteras, ni tiene pasaporte, ni necesita visas, por más que algunos hombres poderosos pretendan limitar el libre tránsito entre los países y coartar la libertad de pensar y de crear.

Muchas gracias.


 
 
 
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