Irán de monarquía a teocracia: la historia que cambió el equilibrio del poder en Oriente Medio
- visionempresarial
- 8 minutes ago
- 7 min read

Por: Lorena Meeser
Irán: crónica de una monarquía desconectada y el amanecer de la teocracia.
La historia de Irán es un tapiz complejo, tejido con hilos de ambición imperial, fervor religioso y una constante búsqueda de identidad nacional. Desde los salones dorados de una monarquía milenaria hasta la austeridad doctrinal de una república islámica, el trayecto ha sido tortuoso, marcado por decisiones trascendentales y figuras que moldearon el destino del país. Para comprender al Irán de hoy —una potencia regional con profundas implicaciones geopolíticas— es imprescindible desentrañar el ascenso y caída de la dinastía Pahlavi y el estallido de la Revolución Islámica, un suceso que no solo transformó al país, sino que alteró el equilibrio de poder en todo el mundo musulmán.

Revolución y ruptura: el legado de los Pahlavi y el nacimiento del Irán islámico
La llegada al poder de Reza Pahlavi no obedeció a la sucesión tradicional, sino a su habilidad militar y astucia política. Este oficial cosaco, que inició su carrera como soldado raso, protagonizó un golpe de Estado en 1921. Cuatro años más tarde, depuso a la debilitada dinastía Qajar y se proclamó Sha, fundando la dinastía Pahlavi.
Inspirado en el modelo secular de Mustafa Kemal Atatürk en Turquía, Reza Sha impulsó una agenda ambiciosa de modernización autoritaria. Centralizó el poder, reorganizó el ejército, desarrolló infraestructura —como los ferrocarriles transiraníes— y fomentó la educación laica. Fundó universidades, reformó el sistema judicial y limitó la influencia del clero chiita. Pero su desprecio por las tradiciones religiosas (Islam) y su control férreo sobre la vida pública generaron un profundo malestar. Un ejemplo revelador de su autoritarismo fue la prohibición del uso de tabaco en espacios públicos en los años 30, medida que pretendía fomentar la disciplina cívica, pero que fue recibida con incredulidad por una población apegada a su consumo.

El reinado de Mohammad Reza: entre el glamour y la desconexión
En 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, los Aliados forzaron la abdicación de Reza Shah por sus vínculos con la Alemania nazi, y su hijo, Mohammad Reza Pahlavi, ascendió al trono. Educado en Suiza y con una visión más occidentalizada, el joven monarca heredó tanto el sueño modernizador de su padre como el abismo creciente entre modernidad y tradición.

Uno de los episodios más determinantes de su gobierno fue la nacionalización del petróleo en 1951, liderada por el carismático Primer Ministro Mohammad Mosaddegh. Esta medida, aclamada por el pueblo, desató la furia de Reino Unido y Estados Unidos, quienes orquestaron —a través de la CIA (Operación Ajax) y el MI6— un golpe de Estado en 1953. El derrocamiento de Mosaddegh reinstaló al Sha con plenos poderes, sellando el papel de Irán como un lugar estratégico de Occidente en la Guerra Fría.
En 1963, el Sha lanzó la "Revolución Blanca", un paquete de reformas sociales y económicas que incluía redistribución de tierras, sufragio femenino, alfabetización y modernización agrícola. Aunque bien intencionadas, estas reformas alteraron el equilibrio de poder tradicional y afectaron a poderosos sectores del clero chiita, que poseían grandes extensiones de tierra y gozaban de influencia sobre las clases populares.
La figura del Sha se fue distanciando de la realidad social. Durante su reinado, la corte real, particularmente bajo la influencia de la emperatriz Farah Diba, se convirtió en símbolo de fasto y extravagancia. Farah, conocida como "la emperatriz en el exilio", irradiaba sofisticación, pero también encarnaba el abismo entre élite y pueblo. Se dice que poseía más de 300 pares de zapatos (un escándalo en esa época), muchos diseñados exclusivamente para ella.

Persépolis: el último banquete del Imperio
Del lujo desmedido del Sha al ascenso de la Revolución Islámica.
La cúspide de esta ostentación fue en 1971, cuando Mohammad Reza Pahlavi, organizó una celebración monumental en las ruinas de Persépolis para conmemorar los 2,500 años del Imperio Persa y proclamarse heredero de Ciro el Grande.
Considerada la fiesta más extravagante del siglo XX, reunió a más de 60 jefes de Estado y miembros de la realeza mundial.
El evento incluyó una lujosa "Ciudad de Tiendas" con comodidades modernas en medio del desierto, jardines importados de Francia, y un banquete fastuoso servido por Maxim's de París, con faisanes rellenos de foie gras, caviar del Mar Caspio, mousse de langosta, huevos de codorniz y vinos Château Lafite Rothschild, servidos en vajilla de porcelana de Limoges, cristalería de Baccarat, cubiertos de plata maciza, hubo 165 chefs y cientos de meseros.
Además construyó una pista de aterrizaje privada y una carretera directamente desde Shiraz para la comodidad de sus invitados. Se importaron 18 mil árboles y 50 mil rosales de Francia para crear jardines instantáneos en el árido desierto.
Las ceremonias incluyeron homenajes a Ciro el Grande, un desfile militar histórico y espectáculos multimedia sobre el Imperio Persa, una orquesta sinfónica completa y un ballet de Europa para amenizar los eventos. Aunque fue un logro logístico impresionante, el derroche generó fuertes críticas, especialmente por parte del Ayatolá Jomeini, y alimentó el descontento popular, llamándola La "Fiesta de los Reyes".
El evento fue visto como una muestra de desconexión entre el Sha y su pueblo, y la celebración terminó simbolizando la decadencia de la monarquía iraní, que caería ocho años después con la Revolución Islámica de 1979.

La sombra del Ayatolá Jomeini y la Revolución Islámica
Mientras el Sha se sumergía en el lujo y la occidentalización, una figura austera y poderosa emergía desde el exilio: el Ayatolá Ruhollah Jomeini. Expulsado de Irán en 1964 por oponerse frontalmente al régimen, Jomeini articuló una narrativa de resistencia teológica y nacionalista, denunciando la corrupción del gobierno y su subordinación a intereses extranjeros.
El clero chiita, históricamente influyente en Irán, encontró en Jomeini un líder capaz de aglutinar a las masas. La difusión clandestina de sus sermones grabados en casetes —una forma de guerrilla mediática sorprendentemente eficaz— multiplicó su alcance. Estos casetes circularon por bazares, mezquitas y hogares, convirtiéndose en instrumento de agitación ideológica. Fue una revolución desde abajo, alimentada por la religión, pero también por el descontento social ante la represión de la policía secreta (SAVAK), la desigualdad económica y la pérdida de identidad cultural.
En 1978, las protestas se intensificaron. La conmemoración de Ashura, en diciembre de ese año, congregó a millones de personas en las calles. El 16 de enero de 1979, acosado por la presión popular y gravemente enfermo, el Sha abandonó Irán. Dos semanas después, el 1 de febrero, Jomeini regresó triunfalmente a Teherán, recibido por multitudes eufóricas. Se iniciaba una nueva era.

De monarquía a teocracia: la República Islámica de Irán
El regreso de Jomeini no solo significó el fin de la monarquía; marcó el nacimiento de una teocracia revolucionaria, porque su sistema de gobierno está basado en principios religiosos.
En abril de 1979, tras un referéndum nacional, Irán se convirtió oficialmente en una República Islámica. Se instauró el principio de Velayat-e Faqih (Gobierno del Jurista Islámico), que otorgaba al Líder Supremo —en ese momento el propio Jomeini— el control político y espiritual del país.
Leyes Islámicas: se desmantelaron los avances seculares y se impuso una rigurosa interpretación de la Sharia como base del sistema legal iraní. Se obligó a las mujeres a usar el hiyab, se segregaron los espacios públicos, y los medios y la educación fueron islamizados. Las libertades individuales fueron severamente restringidas, especialmente para las mujeres, quienes vieron revertidos muchos derechos adquiridos durante el régimen del Sha.
En resumen, la religión no es solo una guía moral, sino que es la base y el pilar fundamental de la estructura del Estado iraní y de su gobierno, lo que lo convierte en una teocracia. donde el

El exilio y muerte del Sha: una tragedia familiar
Mohammad Reza Pahlavi, gravemente enfermo de linfoma de Hodgkin, pasó sus últimos meses errante entre países —Egipto, Marruecos, Bahamas, México, Estados Unidos y Panamá— en busca de asilo y tratamiento. Su presencia fue incómoda para muchas naciones, especialmente para Estados Unidos, cuya decisión de acogerlo por razones médicas provocó la toma de la embajada estadounidense en Teherán y la crisis de los rehenes. El Sha murió el 27 de julio de 1980 en El Cairo, y fue sepultado con honores en la mezquita de Al-Rifa’i.
Farah Diba, por su parte, ha vivido el exilio con una mezcla de dignidad y nostalgia. Convertida en custodio de la memoria de la dinastía Pahlavi, ha dedicado su vida a preservar el legado cultural de una era ya extinta. Pasa sus días entre Washington –donde vive su hijo mayor– y París.
La tragedia marcó la vida de la familia real iraní. Dos de los hijos del Sha Reza Pahlevi, y Farah Diba, murieron por suicidio: la princesa Leila en 2001 en Londres por una sobredosis, y el príncipe Alí Reza se quitó la vida a los 44 con un disparo, en Boston en 2011,. ambos en el exilio.
Farah Diba actualmente, divide su tiempo entre Francia y Estados Unidos, donde viven sus hijos y nietos. Continúa trabajando y alzando la voz en defensa de sus causas emblemáticas y es una entusiasta defensora de los artistas y escritores iraníes.

Epílogo: herencias en conflicto y geopolítica contemporánea
La Revolución Islámica de 1979 no fue simplemente un cambio de régimen; fue una mutación estructural del Estado, una ruptura que sigue teniendo repercusiones hoy. Irán dejó de ser un pilar occidental en Medio Oriente para convertirse en un actor autónomo y desafiante, enfrentado a Estados Unidos, Israel y sus aliados suníes del Golfo, especialmente Arabia Saudita.
Desde entonces, Teherán ha tejido una compleja red de influencias en Líbano (Hezbolá), Siria, Irak y Yemen, consolidando su papel como potencia regional chiita. En un contexto global de tensiones nucleares, sanciones, levantamientos internos y aspiraciones estratégicas, el destino de Irán sigue siendo un enigma central del tablero geopolítico contemporáneo.
Actualmente, Irán se encuentra en un conflicto directo y escalado con Israel, con ambos países lanzando ataques militares. Israel ha atacado instalaciones militares y nucleares iraníes, mientras que Irán ha respondido con misiles y drones, afectando incluso áreas urbanas en Israel. Esta escalada amenaza con desestabilizar aún más la región y tiene implicaciones para las potencias globales.
Del trono de pavorreales a la sombra de la razón, Irán sigue debatiéndose entre su pasado glorioso, su presente ideológico y un futuro que aún no termina de definirse.
Comentários