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Para la libertad: México 68. Serrat, San Carlos y el eco del 2 de octubre en escena

  • visionempresarial
  • Jul 10
  • 5 min read

Updated: Nov 13

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Por: Lorena Meeser.

Asociación Mexicana de Críticos de Teatro.


Raíces del montaje

"Para la libertad: México 68", dirigido y escrito por Omar Olvera, nos transporta a un momento crucial en la memoria de México: los meses que precedieron a la trágica matanza de Tlatelolco, ambientado en la Academia de San Carlos.

A través de una fiesta estudiantil, se desatan conflictos familiares, amores prohibidos, homofobia interiorizada y la brutal llegada de la represión, todo ello acompañado por las emotivas canciones de Joan Manuel Serrat.

El origen de esta obra se remonta casi quince años atrás, cuando Olvera, aún estudiante, concibió esta historia como parte de su titulación en la UNAM. La evolución del proyecto, desde “Barquito de papel” en 2012 hasta el musical conmemorativo de los 50 años del 68, refleja un trabajo artesanal que ha sido ensayado, revisado y validado por figuras como Serrat y Elena Poniatowska.

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El poder de la memoria musical

La música en vivo —piano, guitarra, bajo y batería— transforma la escena en un espacio sensorial que navega entre la nostalgia, la rabia y la esperanza.

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El canto como memoria y resistencia: el significado de Serrat en escena

En "Para la libertad: México 68", la música de Joan Manuel Serrat no es solo un fondo sonoro: es la columna vertebral emocional y un puente que une generaciones. Las canciones que Omar Olvera eligió con tanto cuidado no cuentan la historia de manera directa, pero crean el ambiente emocional del montaje: evocan nostalgia, fragilidad, rabia contenida y un profundo deseo de libertad que resuena tanto en 1968 como en la actualidad.

Serrat, con su lírica inspirada en poetas como Antonio Machado y Miguel Hernández, se erige como un símbolo del arte comprometido, del exilio y de la conciencia crítica frente a la represión franquista, lo que se conecta de manera natural con el contexto del México autoritario de Díaz Ordaz.

Se interpretan 17 temas emblemáticos de Serrat, desde “Penélope”, "Para la Libertad", hasta “Cantares”, y “Pueblo blanco” actúan como cápsulas poéticas que amplifican los sentimientos de los personajes.

Es el eco de una época en la que el arte y la palabra eran actos de resistencia. En escena, sus canciones humanizan el conflicto, conmueven y elevan la puesta, recordándonos que incluso en medio del autoritarismo, el arte sigue siendo un acto profundamente político.

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Actuaciones destacadas

En cuanto a las actuaciones, Irasema Terrazas y Samanta Salgado dan vida a la figura materna, mostrando una gama emocional que va desde la ternura hasta la severidad, creando momentos que realmente tocan el corazón de los espectadores. Santiago Ulloa, en el papel del hijo rebelde, refleja la angustia de toda una generación. El cuerpo estudiantil, aunque homogéneo, vibra con convicción y un fuerte compromiso social, construyendo una atmósfera generacional que resulta muy creíble, integrado por Alexo Fergo, Brenda Santabalbina, Dafne García, Diego Llamazares, Jorge Escandón, Juan Pablo Ruiz, Lucía Huacuja, Roberto Salguero y Vanessa Bravo.

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Diseño escénico: un espacio vibrante y fragmentado lleno de simbolismo

La escenografía creada por Omar Olvera, con la adaptación visual de Emilio Zurita y Andrés Abad, logra una hazaña teatral al transformar un único escenario en múltiples mundos: la Academia de San Carlos, una casa opresiva, las bulliciosas calles del México de 1968 y los rincones íntimos de una juventud al borde de un despertar político.

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La Academia de San Carlos

El núcleo del montaje es un imponente volumen arquitectónico que evoca la grandeza histórica de la Academia de San Carlos, con columnas y balcones distribuidos en varios niveles. Estos niveles están en constante actividad, lo que estimula visualmente al espectador, haciéndole sentir que está dentro de un edificio lleno de voces, ecos, risas y consignas. El uso de plataformas elevadas —algunas casi vertiginosas— sirve tanto como taller de arte y espacio de ensayo estudiantil, como una metáfora de la fragilidad del momento: los personajes se desplazan por pasarelas y escaleras que parecen flotar en el aire, al igual que sus propios ideales.

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La casa de los protagonistas

Con una economía de elementos, la escenografía define sin alterar físicamente los decorados, una casa conservadora y asfixiante donde vive la familia protagonista. Esto se logra a través de juegos de iluminación cálida, muebles mínimos (sillas, una máquina de coser, una mesa, un biombo) y el uso de los niveles bajos del escenario, creando un contraste con la libertad de los espacios superiores. Las paredes invisibles se marcan con los gestos: la forma en que la madre se planta firme en el centro, el modo en que los hijos intentan salir o esconderse, genera una clara sensación de un hogar con límites estrictos, no solo físicos, sino también emocionales.

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La calle y la manifestación

La transición hacia la calle y la protesta se produce de manera simbólica: cambios en la iluminación (de ocres a azules y rojos), el uso de pancartas, humo escénico, sonidos de radio, helicópteros y megáfonos transforman el escenario en un espacio de lucha y resistencia.

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Puntos fuertes:

  • La música en vivo y la voz de Santabalbina crean momentos memorables.

  • Un diseño escénico cautivador que convierte el espacio en un personaje más.

  • Un montaje que dialoga con el presente: feminismo, libertad de expresión, homofobia y memoria histórica.

  • Integración musical-narrativa: en ocasiones, las canciones funcionan como ambientación más que como líneas dramáticas, no todas se enlazan orgánicamente con la trama.

  • Arcos dramáticos incompletos: ciertos conflictos —el amor prohibido, el hijoeno reconciliación final— se quedan en el aire, y el segundo acto acelera sin resolverlos.

  • La referencia política a 1968 es tratada de manera superficial, se queda en el fondo, sin profundizar en la figura de Díaz Ordaz, la represión estatal o las demandas específicas del movimiento.

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Contexto y relevancia actual

El montaje actúa como un espejo: ¿qué tanto ha cambiado México desde 1968? El uso de las letras de Serrat, y fragmentos poéticos de Lorca, Machado y Hernández, siguen desafiando. Además, figuras como Elena Poniatowska avalan la profundidad simbólica del proyecto, que ha sido reinterpretado una y otra vez para resonarle a nuevas generaciones.

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Conclusión

Para la libertad: México 68 es un montaje que late entre música emotiva y memoria colectiva. Destaca por su vibrante banda en vivo, actuaciones intensas y escenografía que abre múltiples miradas. No obstante, pierde fuerza narrativa donde quizá apelaba más a la poética que al pulso político. El espectáculo ofrece una experiencia conmovedora, ideal para quienes buscan un retrato sensible, aunque no exhaustivo, del 68.

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Información práctica

  • Dónde y cuándo: Nuevo Teatro Libanés, CDMX. Funciones viernes, sábados y domingos . Horarios: viernes 19:00/21:30, sábados 18:00/20:30, domingos 13:30/17:30.

  • Duración: 105 minutos 


En resumen, este musical es un viaje emotivo y poético por la herida del 68. No tiene todas las respuestas políticas, pero sí una honda interpretación artística que logra conmover. Ideal para quienes quieren sentir, más que analizar, la libertad hecha canción y memoria.

 
 
 

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