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Morris Gilbert: El hombre que convirtió la vida en un escenario

  • visionempresarial
  • 1 day ago
  • 8 min read
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Morris Gilbert: el arquitecto del teatro comercial contemporáneo en México

Por: Lorena Meeser.

Asociación Mexicana de Críticos de Teatro A.M.C.T.

International Association of Theatre Critics

A Morris Gilbert dice que él no eligió al teatro: “que el teatro lo raptó”. Lo recuerda como un flechazo adolescente, una mezcla de luces, música y voces que lo convencieron de que ahí, entre bambalinas y escaleras metálicas, se contaban las historias más ciertas del mundo. Medio siglo después, sentado en la penumbra de una sala durante un ensayo, el productor observa el escenario con el mismo gesto de entonces: la mirada de quien sigue enamorado.

Su figura se reconoce antes de escucharlo: caminar decidido, camisa impecable, la libreta siempre bajo el brazo, como si cada día fuera estreno. Quien ha trabajado con él sabe que es capaz de detectar un detalle fuera de lugar a 20 metros; no es obsesión, es una ética de vida: el teatro se hace con precisión, con respeto y con emoción.

Ese mantra lo repite con frecuencia cuando convive con el elenco: “Si ustedes creen en la historia, el público también lo hará”. Dicho por cualquiera sonaría a frase motivacional; dicho por él, es una teoría probada.

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El productor que nunca baja la cortina

La gente suele imaginar a los productores como ejecutivos encerrados en oficinas. Gilbert es lo contrario: vive en los teatros que produce. Llega antes que todos —una costumbre que tiene desde joven— y suele irse cuando el último técnico ha salido. Cuenta que, en sus primeros años, le gustaba quedarse solo en la sala vacía, minutos después de que el público se iba, solo para escuchar cómo el silencio volvía a ocupar su espacio natural. “Es mi manera de darle las gracias al teatro por prestarse una noche más”, ha dicho en más de una ocasión.

Morris tiene algo de relojero: ajusta, calibra, pule. Quienes han estado en sus procesos creativos recuerdan que puede pasar 40 minutos revisando cómo cae una cortina, qué velocidad debe llevar una transición o qué tan larga debe ser una pausa en una escena dramática. No se trata de controlar: se trata de que cada función sea una carta de amor al espectador.

Una actriz que trabajó con él en los 90 cuenta que, en pleno ensayo, el director tuvo problemas con la iluminación. Mientras todos esperaban al diseñador, Morris subió a la consola, ajustó tres niveles y dijo: “La emoción está ahí. Solo hay que iluminarla”. Esa frase se volvió un chiste interno… y un recordatorio de su intuición escénica.

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El escucha del público

Si algo sorprende de Gilbert es su disciplina para escuchar. No escucha para responder; escucha para entender. En los estrenos suele mezclarse entre el público, casi siempre en silencio, observando lo que la gente hace en lugar de lo que dice. Aprende de los gestos: cuándo alguien se inclina hacia adelante, cuándo cruza los brazos, cuándo ríe fuerte o apenas sonríe. “El público habla de maneras que no necesitan palabras”, comenta con regularidad.

Una anécdota que cuentan varios actores: en una función llena, notó que una señora de la tercera fila se inclinaba ligeramente hacia un lado cada vez que un actor se colocaba en la marca derecha del escenario. Esa misma noche pidió mover la maceta de utilería que estaba a un costado. “Sin distracciones”, dijo. Y la escena mejoró. No es magia. Es oficio.

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Un ciudadano del teatro del mundo

Para Morris, México no es una sucursal del teatro internacional; es un centro creativo legítimo. Por eso ha tejido alianzas con productores de Londres, Madrid, Buenos Aires, Tel Aviv y Nueva York. Lo hace con la naturalidad de quien sabe que el teatro es un idioma global. En reuniones, suele bromear sobre cómo convencer colegas extranjeros de que “México puede con grandes producciones”. Hasta que ven su trabajo. Entonces la conversación cambia: ahora le proponen coproducciones a él.

Su nuevo proyecto, Papá por siempre, estrenará en Buenos Aires este enero. “Será un nuevo capítulo”, dice, como quien escribe diario una novela creativa que no termina nunca.

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Las historias que lo han marcado

Quienes lo conocen desde hace años cuentan que tiene memoria fotográfica para las obras que ha producido. Recuerda los nombres de técnicos que trabajaron con él hace décadas, los teatros donde dio sus primeros pasos, e incluso la noche en que una función estuvo a segundos de cancelarse por un apagón imprevisto. “Cosas del teatro”, dijo entonces, y sacó un megáfono para dar las instrucciones él mismo entre penumbras. La función se retrasó, pero no se suspendió.

A veces, cuando platica con el elenco más joven, les confiesa que aún sueña con escenas de montajes que hizo hace 20 o 30 años. No nostalgia: aprendizaje constante.

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El año dorado

El 2025 fue un año extraordinario: diez montajes, miles de espectadores, y un regreso monumental de El Fantasma de la Ópera, que se convirtió en el hito escénico del país. “Esto es lo que soy”, ha dicho en reuniones internas cuando intenta explicar por qué no se detiene.

Las nuevas generaciones suelen preguntarle cuál es el secreto para sostener una carrera tan larga. Él solo sonríe. No hay secreto. Solo trabajo. Trabajo y amor —un amor profundo— por un arte al que le ha entregado todo.

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El hombre detrás del telón

Fuera del teatro, Morris disfruta los rituales simples: caminar, leer, conversar, mirar montajes en otros países. Tiene fama de tener el mejor radar para detectar qué obra va a funcionar antes de que algún algoritmo lo confirme. En cenas o sobremesas, suele hablar más de lo que vio la semana pasada que de lo que produjo él mismo. Porque, aunque parezca imposible, sigue siendo espectador.

Una vez, en un ensayo general, un joven actor le preguntó si aún se ponía nervioso en los estrenos. Morris lo miró sorprendido:“Si un día dejo de ponerme nervioso… ese día dejo de producir.” Esa frase, dicen, es su confesión más íntima y su filosofía de vida.

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Su paso por el teatro a lo largo de su vida

Por más de medio siglo, el nombre de Morris Gilbert ha sido sinónimo de rigor, intuición artística y visión empresarial en el teatro mexicano. Productor incansable, formador de públicos y puente entre México y los grandes escenarios del mundo, Gilbert ha construido una de las trayectorias más sólidas y prolíficas de la escena iberoamericana: más de 150 montajes, miles de funciones y generaciones enteras que aprendieron a amar el teatro desde una butaca.

Nacido en la Ciudad de México el 12 de septiembre de 1953, Morris Gilbert Raisman inició su camino escénico desde la actuación. En 1974 se formó bajo la tutela del maestro José Luis Ibáñez, quien lo integró al elenco de Un proyecto para vivir en 1976. Apenas un año después, Desde su debut como productor ha mostrado una vocación clara por el teatro de ideas, los grandes textos y los elencos de alto calibre.

Ha trabajado con prácticamente todas las estrellas del firmamento nacional, como Silvia Pinal, Diana Bracho, Jacqueline Andere, Marga López, Carmen Montejo, Bianca Marroquín, Pedro Armendariz, Danna Paola, Carlos Rivera, Lolita Cortes, Susana Zabaleta y Angélica María, entre muchas otras.

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De actor a productor: una voz propia en los años setenta y ochenta

Durante sus primeras dos décadas, Morris Gilbert consolidó un estilo que combinaba riesgo artístico y sensibilidad para el público. Producciones como Cenizas, A puerta cerrada y El árbol antecedieron a su primer gran éxito comercial, Claudia (1983), que superó las 500 representaciones y lo posicionó como un productor confiable y visionario.

Su trabajo en Nube nueve, de Caryl Churchill, bajo la dirección de Julio Castillo, marcó también un punto de madurez actoral y artística, reconocido por la crítica especializada. Tras el sismo de 1985, que sacudió profundamente a la comunidad teatral, Gilbert regresó con fuerza, ya enfocado plenamente en la producción, apostando por títulos como Magnolias de acero y Mi vida es mi vida.

El cierre de los ochenta trajo un hito fundamental: ¡Qué plantón!, su primer musical, adelantado a su tiempo por su temática ecológica y con más de 600 funciones continuas. El musical no solo confirmó su olfato para el género, sino que anunció una vocación que definiría su legado.

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Los años noventa: consolidación y grandes éxitos

La década de los noventa fue decisiva. En 1992 estrenó tres obras en un solo año, entre ellas Adorables enemigas, que alcanzó más de 900 funciones y se convirtió en un clásico moderno del teatro mexicano. Siguieron títulos memorables como Master Class, Cita con un ángel, De gira con los López, Las “viejas” vienen marchando, y La fiesta, considerada un emblema de la comedia de su época.

Para entonces, Morris Gilbert ya no solo producía obras exitosas: estaba construyendo industria.

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La alianza con OCESA: profesionalizar el teatro comercial

En 1997, la historia del teatro en México dio un giro con la alianza entre Morris Gilbert y OCESA. Desde la dirección y sociedad del área teatral, Gilbert encabezó una revolución silenciosa: temporadas largas, estándares técnicos internacionales y una estructura empresarial inédita hasta entonces.

Confesiones de mujeres de 30 marcó el inicio de una era, con más de 4,100 funciones acumuladas en distintas etapas. Le siguieron montajes que redefinieron el musical en México: Rent, El Fantasma de la Ópera, Los Miserables, El Violnista en el Tejado, José el Soñador, Bésame Mucho, ¡Mamma Mia!, Hoy no me puedo levantar, Los Productores, Peter Pan, Mentiras, Mary Poppins, Chicago, A Chorus Line, La Bella y la Bestia, Jesucristo Superestrella y El Hombre de La Mancha, El Full Monty, entre muchos otros. Estos musicales los produjo OCESA con Morris y Julieta González como productores asociados

En paralelo, el teatro de cámara vivió una edad dorada con títulos que se volvieron fenómenos culturales: Los monólogos de la vagina (más de 8,100 funciones y contando), Por la Punta de la Nariz, Defendiendo al Cavernícola, El método Grönholm y Adorables enemigas.

Otros de sus exitosos montajes han sido 100 metros cuadrados o El inconveniente, Dos locas de remate, Ugo, Pako y JoseLuiz, Los guajolotes salvajes, Querida, un montaje musical-circense a partir de las canciones de Juan Gabriel, Atrapados, La ternura, Para la Libertad, La Nota y CLUE, el juego de la sospecha, entre muchos otros.

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El Teatro Telcel y la expansión del espectáculo total

La inauguración del Teatro Telcel 17 de octubre de 2013, con Wicked, marcó una nueva etapa. En ese escenario Morris ha presentado producciones monumentales como El Rey León, Los Miserables, Chicago, Alladin, Anastasia, consolidando a México como un epicentro del musical en América Latina. Musicales producidos por Ocesa junto con Morris y Julieta González.

Simultáneamente, Gilbert apostó por comedias contemporáneas y dramas inteligentes como Un dios salvaje, Agosto, Condado de Osage, La Venus de las pieles y TOC TOC, esta última convertida en uno de los mayores éxitos teatrales de las últimas décadas, con más de 2,800 funciones solo en México.

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Un productor sin fronteras

El impacto de Morris Gilbert cruzó fronteras. TOC TOC se convirtió en la obra más longeva de la cartelera argentina desde su estreno en Buenos Aires en 2011, y posteriormente llegó a Tel Aviv. En España, su nombre se asoció en años recientes a montajes como Prima Facie, Hechos y faltas y Rabia. En 2025, TOC TOC dará el salto al West End londinense, confirmando la proyección internacional de su trabajo.

Paralelamente a su labor con OCESA, opera su propia empresa, MejorTeatro, con la que produce permanentemente obras de cámara tanto en México, como en Argentina, España e Israel.

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Un legado vivo

Más que un productor, Morris Gilbert es un constructor de públicos, un profesional que entendió que el teatro puede ser arte, industria y experiencia transformadora al mismo tiempo. Su carrera no se mide solo en números —que son apabullantes— sino en la permanencia: obras que siguen en cartelera, títulos que se vuelven referentes y una huella indeleble en la cultura escénica de México y del mundo.

A sus 50 años de trayectoria, Morris Gilbert no mira al pasado con nostalgia, sino al futuro con la misma curiosidad y energía que lo llevaron, desde muy joven, a creer que el teatro podía —y debía— ser un acontecimiento mayor.

Con más de 150 producciones y más de 58 mil funciones en México, Argentina, España, Israel y Reino Unido, su legado en los escenarios es innegable.

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Epílogo: un hombre que siempre mira hacia arriba

Los productores, a diferencia de los actores, rara vez reciben aplausos. Pero si uno observa con atención, hay una ovación silenciosa que le pertenece: la de cada persona que sale del teatro con el corazón distinto al que traía. Ese, para Morris Gilbert, es el único reconocimiento que importa.

La historia de su vida no se cuenta en premios ni en homenajes, sino en funciones. En cada una de ellas, una pregunta lo guía: ¿Cómo iluminar hoy la emoción?”

Mientras siga haciéndola, el teatro seguirá respirando a través de él.

 
 
 

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